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NOTAS PARA UN CUENTO PENDIENTE

Actualizado: 27 feb 2019


Ceci toma entre sus manos un libro abierto. Está contando una historia a cuestro infantes que escuchan atentxs.
Cuenta cuentos / Descripción: Con sus fabulosos rizos, Ceci muestra un libro abierto a cuatro infantes. Ella cuenta una historia y ellxs escuchan atentxs.

Autora: Ceci Guillen ❤👀


Para mí, la curiosidad por esto que ahora llaman el "otro" me viene de tiempo atrás. Yo misma ocupé esa posición. Tenía seis años cuando el nuevo trabajo de mi papá, hizo que mi familia migrase de la Ciudad de México a Monterrey Nuevo León ¿Recuerdan ese muy ochentero "haz patria, mata un chilango"? Pues ese fue nuestro contexto como migrantes.


No éramos extranjeros pero con esa arenga antichilanga nos recibían con todas las tonalidades habidas entre la supuesta broma y la agresión velada. Niña migrante, ciudad pequeña y al poco, miembro forzado de una especie de "minoría" religiosa: los carismáticos. Ahora son más comunes pero en aquel entonces eran llamados "aleluyos". Esta vertiente, dentro del catolicismo ofrece servicios religiosos de "sanidad" y fue la alternativa que encontraron mis papás para enfrentar la condición de salud mental de mi mamá.


Desde esa otredad y a través de las crisis de mi madre, es que el tema de salud mental se desliza en nuestra vida y se vuelve central, al mismo tiempo que es también un secreto de familia. Nos mantuvimos al margen de la psiquiatrización institucional pero el estigma que pesa sobre la diversidad mental es algo que te alcanza de una manera o de otra.

Con el paso del tiempo el neurólogo finalmente es convocado y propone nombrar como "Alzheimer" eso que pasa con mi mamá. Conste, no es que sea mal médico, sólo es que nadie le cuenta de los cuarenta años previos. Para mis hermanas y mi papá, este diagnóstico suena mejor, es más llevadero. Pero no sólo para ellos, he notado que para algunas personas es más probable ser tolerantes y condescendientes con la demencia senil que con la diversidad asociada a otras condiciones psiquiátricas.

Algo de estas percepciones es evidente en el cine y en otros productos culturales, donde el "Alzheimer" se narra desde la empatía que provoca quién ha perdido sus memorias y sus afectos. En cambio, otras condiciones psiquiátricas son excusa perfecta para para contar sobre asesinos y psicópatas. Supongo que no es mala idea optar por la etiqueta que te evite las barreras más violentas. Ella, mi mamá, a veces recuerda sobre "su Alzheimer", pero no sé qué más recuerda de su salud mental previa. No tengo idea sobre si elige no recordar porque ya no le guarda sentido o porque llegó el momento de sólo recordarse a sí misma desde los límites que otros imponen como diagnóstico.


Hojas de color verde, amarillo y rojo, en distintas tonalidades se desprenden unas de otras.
Hojas verdes, amarillas y rojas se desprenden unas de otras, creando la sensación de conexiones y distanciamientos con nuestros propios recuerdos. Algunas hojas se quedan, otras se van.

Al final, aunque sea una fragilidad de diferente tipo, la necesidad de nombrar lo que nos pasa como "Alzheimer", es finalmente una fragilidad también, y es desde ahí, donde hoy me sitúo: sé y sólo yo acepto saber, que mi mamá y yo compartimos ese "otro diagnóstico", ese que es una etiqueta innombrable e inaceptable para nuestros parientes.

Frente a esa invisibilización, me toca por un lado tenerles paciencia a ellos y por otro, buscar observar lo que sea que suceda y que pueda tener relevancia para mi evolución ¿Por qué mi evolución? Porque antes de los síntomas de mi mamá, yo ya había conocido en primera persona esa broma pesada que es el no recordar y no tener energía para estar en el mundo. Años antes del "Alzheimer" de mi mamá, ahí estaba yo, sin poder controlar a qué hora lograr dormir o despertar. Tan desmemoriada y desconcentrada que parecía cliché: "Cómo se llama la esa..." le decía todos los días a Sergio y él, todos los días contestaba "la taza". También olvide que me gustaba el cine y aun así, mi amiga Norma me llevaba en miércoles aunque yo me quedaba dormida. De esa época, sólo recuerdo que reímos muchísimo durante "Ángeles y Demonios" porque era pésima.

Cuando pensé que había mejorado intenté retomar mi tesis de maestría: tomaba un texto y lo empezaba a leer, así en total inmersión, haciendo notas sesudas y originales, lo rayaba y marcaba... hasta que avanzaba lo suficiente, para descubrir que no era un texto nuevo, que en realidad ya lo había leído antes y no recordaba nada de su contenido. Pero mis notas garrapateadas, eran la evidencia de que ya antes los había revisado (aquí debería poner un emoticón ese del "grito"). Lo dicho, ahí estaba yo: sin control pero de nada. La metáfora que me rondaba era sentirme como CPU lento y sin teclado. No importaba qué pasará por mi mente no podía comunicarlo de ninguna manera ordenada y menos por escrito.

Ese paseo por la desmemoria fue temporal pero dio pie a la decisión de ser la más disciplinada usuaria de servicios psiquiátricos y también activista desde el discurso de los derechos humanos. Ya hace rato que recuperé memoria suficiente para andar por el mundo de forma decorosa y retome la curiosidad para mil cosas, pero aprendí que ni soy eterna y que de alguna manera, estoy muy agotada. Así que alterno entre asomarme a cosas nuevas y evitar la paranoia que enfrentó cuando olvido un autor, el centro de mi argumento o incluso, cuando me parece ruido la música que de tan nueva, no me dice nada.

A veces sucede que escribo para mí y cuando termino el texto no reconozco ahí el objetivo con el que inicié; justo como esa vez que prometí escribir sobre la anécdota fundacional de mi vocación como abogada o sobre una violeta africana que cuide por casi quince años y nunca floreó. Ahora mismo, me doy cuenta que me olvide también de contar acerca de mis militancias sobre la salud mental y lo que he ido descubriendo y construyendo sobre mi colectivo... pero "así es esto de intentar poner orden en mis ideas".


Ceci en el estudio de grabación CCEMxRadio. Con unos audífonos negros que rodean parte de sus rizos y con un micrófono que llega casi a la altura de su sonrisa.

Supongo que con esta novedad del programa de radio (CCEMxRadio), lo que me sucede es que prefiero no escribir, pues ahora disfruto de la charla, estar detrás del micrófono y preguntar a otras personas sobre sus historias y sentires. Repasar todo lo que nos puede interesar y que no siempre es sobre salud mental. Pero esto no es así, o bueno, no es la total verdad... sí es cierto que la propuesta del programa "En primera persona" para Radio es muy personal para mí, pero no es el motivo por el que estoy cambiando del tema propuesto para este blog. Así que para ser honesta, iré por partes:

Primero.- La propuesta de hacer radio surge porque estoy convencida de que todas debemos tener la oportunidad de narrarnos a nosotras mismas en primera persona, pues de esa manera no tendremos que recurrir a las historias que otras personas nos impongan sobre quienes somos o fuimos. Así pues, me justifica que el hablar sobre el proyecto de radio no es divagar sin sentido pues tiene que ver con el tema de la memoria.

Segundo.- Ahora bien, si voy a decir la verdad completa tal como prometí, resulta que tengo que aclarar que inicié este texto con la intención de contar sobre aquella noche, cuando me encontré en la plataforma de una embarcación, en los límites de las islas antárticas; así, sin nada alrededor, sin luces artificiales, de tan negro todo que parecían estar muy cerca las estrellas más menudas; y ahí, cuando finalmente fue visible la imponente "Cruz del Sur",[1] me acuerdo que pensé "quiero recordar esto cuando sea viejita". Y si bien, quiero elegir recordar esa noche, resulta que no podía iniciar este texto por ahí, primero necesitaba explicarme a mí sobre los olvidos ajenos y propios. Prometo contar en alguna ocasión qué chingados hacia yo tan al sur en plena "Ruta de Magallanes", pero será en otra vez, de momento sólo puedo dejar bien puntualizado que necesitaba contar sobre el pánico que me dio la desmemoria propia y la ajena, para poder compartir sobre esto que finalmente aprecio: Olvidar lo que sí me doy cuenta que olvido y tratar de mirar dos veces para elegir qué quiero conservar ahí, en lo que hoy todavía es mi memoria.

Tercero.- Cuando dije líneas arriba que "así es esto de poner orden a mis ideas", no mentí cuando dije que esto es sólo un intento. No sé si un día termine por contar lo que Jhonattan Maldonado me invitó a escribir para este espacio. Quisiera ser muy cumplida y escribirlo ahora pero ni siquiera recuerdo con cuántas "haches o enes" él escribe su nombre. En fin, ya encontraré excusa para contar ese cuento.


En palabras de Ceci: "En la foto, somos Norma, su esposo, Sergio y yo"

[1] La constelación más importante de esa parte hemisferio. Sobre ella, se han escrito canciones y es central en mitos del origen del universo. Es visible únicamente en Latinoamérica.

*El programa 180° EN PRIMERA PERSONA se transmite "un lunes sí y otro no" a las 17hrs por http://www.ccemx.org/radio/



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Gracias Ceci por compartirnos tus experiencias sobre la condición del Alzheimer; hay una potencia latente en todo el texto: la importancia de la memoria como conexión colectiva y política. No permitirnos el "olvido" de ciertas poblaciones frente a la lógica temporal de lo normalidad.

Además resulta preciso inidcar que nuestras memorias, sentires, relacionamientos y prácticas están en un devenir indefinido. Podríamos tejer una reconfiguración del "Alzheimer" no desde los relatos clínicos-psiquiátricos de la degeneración mental o los desórdenes neuronales, sino desde los gestos activos y potenciadores de cuerpos que varían del estándar normativo de funcionalidad cognitiva, cuerpos que están profundamente atravesados por el exceso, la carencia y los desplazamientos.

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1 komentarz


brogna
11 sty 2020

Excelente blog, Jhonatthan!

Polub
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